" LA ESTÉTICA ONCOLÓGICA ENGRANDECE LA PALABRA BELLEZA Y LA CONVIERTE EN UNA HERRAMINETA IMPRESCINDIBLE PARA ABORDAR UNA CURACIÓN CON ÉXITO"

CANCER & BEAUTY

viernes, 18 de abril de 2014

Sólo quiero eso. Casi nada. O todo.

Lo tenía guardo entre “mis” cosas en el ordendor, en una carpeta que se llama Cosetes y que recoge un número largo de archivos eclécticos pero que significan algo importante para mi.


 He echado la vista atrás y me he acordado de ella y del resumen exacto y perfecto que su texto hacía de mi momento actual, de lo que quiero y de dónde pongo todo mi esfuerzo.

Para los que seguís  este blog no os va a sorprender que hoy sólo haga la introducción de un magnífico artículo de Ángeles Caso. Ella como todos sabéis es una periodista y escritora asturiana sobradamente conocida – sobre todo por la popularidad que le dio su paso por la TV-, yo siempre la recuerdo por que me parecía una belleza natural que me llamaba muchísimo su atención y su pelo ondulado me recordaba a las fascinantes mujeres de la época de los años 30. Ganadora de numerosos premios literarios, me “engancho” con su novela ” Un largo silencio” y le agradezco  especialmente haber escrito Contra el viento “, por la que recibió el Premio Planeta 2000. Narra la historia de una joven de Cabo Verde que decide emigrar a Europa y termina su andadura en España. Una novela con la que, como decía Ella misma, intentaba rendir homenaje a las heroínas del siglo XXI, las emigrantes; mujeres que dejan sus raices y su entorno “lo suyo” en busca de un futuro mejor y llegan a nuestras vidas y a nuestras casas a ayudarnos, a cuidar de nuestros mayores, de nuestros hijos, de lo nuestro y de nosotros, para que las mujeres podamos seguir con nuestros trabajos, nuestros proyectos, nuestra vida. Me gustó su manera de enfrentar el tema mujer, la inmigración y el desarraigo, y me fascinó – en esta obra coral, real y dura- su final feliz porque,  como niña  que desde pequeña leía todos los “cuentos de hadas” que caían en mis manos, ¡ me encantan las historias que acaban bien y los finales felices…!,  me pasa lo mismo en el cine…, bueno ¡y en la vida! ¿ Y a quién no? …


Su rincón UN CIERTO SILENCIO  en el periódico La Vanguardia es un remanso de sensatez, buena escritura, cotidianidad y empatía con el mundo que la rodea. En su artículo “Lo que quiero ahora”, escrito el pasado mes de enero, reconozco circustancias, hechos de mi propia existencia, los mismos pensamientos y reflexiones, la misma conclusión. 

Lo que quiero ahora

Por Ángeles Caso

Será porque tres de mis más queridos amigos se han enfrentado inesperadamente estas Navidades a enfermedades gravísimas. O porque, por suerte para mí, mi compañero es un hombre que no posee nada material pero tiene el corazón y la cabeza más sana que he conocido y cada día aprendo de él algo valioso. O tal vez porque, a estas alturas de mi existencia, he vivido ya las suficientes horas buenas y horas malas como para empezar a colocar las cosas en su sitio. Será, quizá, porque algún bendito ángel de la sabiduría ha pasado por aquí cerca y ha dejado llegar una bocanada de su aliento hasta mí. El caso es que tengo la sensación –al menos la sensación– de que empiezo a entender un poco de qué va esto llamado vida.

Casi nada de lo que creemos que es importante me lo parece. Ni el éxito, ni el poder, ni el dinero, más allá de lo imprescindible para vivir con dignidad. Paso de las coronas de laureles y de los halagos sucios. Igual que paso del fango de la envidia, de la maledicencia y el juicio ajeno. Aparto a los quejumbrosos y malhumorados, a los egoístas y ambiciosos que aspiran a reposar en tumbas llenas de honores y cuentas bancarias, sobre las que nadie derramará una sola lágrima en la que quepa una partícula minúscula de pena verdadera. Detesto los coches de lujo que ensucian el mundo, los abrigos de pieles arrancadas de un cuerpo tibio y palpitante, las joyas fabricadas sobre las penalidades de hombres esclavos que padecen en las minas de esmeraldas y de oro a cambio de un pedazo de pan.

Rechazo el cinismo de una sociedad que sólo piensa en su propio bienestar y se desentiende del malestar de los otros, a base del cual construye su derroche. Y a los malditos indiferentes que nunca se meten en líos. Señalo con el dedo a los hipócritas que depositan una moneda en las huchas de las misiones pero no comparten la mesa con un inmigrante. A los que te aplauden cuando eres reina y te abandonan cuando te salen pústulas. A los que creen que sólo es importante tener y exhibir en lugar de sentir, pensar y ser.

Y ahora, ahora, en este momento de mi vida, no quiero casi nada. Tan sólo la ternura de mi amor y la gloriosa compañía de mis amigos. Unas cuantas carcajadas y unas palabras de cariño antes de irme a la cama. El recuerdo dulce de mis muertos. Un par de árboles al otro lado de los cristales y un pedazo de cielo al que se asomen la luz y la noche. El mejor verso del mundo y la más hermosa de las músicas. Por lo demás, podría comer patatas cocidas y dormir en el suelo mientras mi conciencia esté tranquila.

También quiero, eso sí, mantener la libertad y el espíritu crítico por los que pago con gusto todo el precio que haya que pagar. Quiero toda la serenidad para sobrellevar el dolor y toda la alegría para disfrutar de lo bueno. Un instante de belleza a diario. Echar desesperadamente de menos a los que tengan que irse porque tuve la suerte de haberlos tenido a mi lado. No estar jamás de vuelta de nada. Seguir llorando cada vez que algo lo merezca, pero no quejarme de ninguna tontería. No convertirme nunca, nunca, en una mujer amargada, pase lo que pase. Y que el día en que me toque esfumarme, un puñadito de personas piensen que valió la pena que yo anduviera un rato por aquí. Sólo quiero eso. Casi nada. O todo.


Salu Catala 


lunes, 14 de abril de 2014

Si de verdad quieres....

Esta noche en El peliculón  de A3 he visto una película que me ha inspirado mi nuevo post ... Realidad,pero con un final no tan real.
En una escena de ‘Si de verdad quieres…’(‘Hope Springs’, David Frankel, 2012) el personaje de Meryl Streep acude a un bar para ahogar sus penas en copas de vino blanco. Cuando lleva unas cuantas y se encuentra más relajada, confiesa a la camarera —interpretada Elizabeth Sue que parece mejorar con la edad—, que el gran problema es que su marido y ella ya no tienen relaciones sexuales. La otra se ríe (“¿¿Eso es todo??”) y pregunta en voz alta cuántos de los allí presentes no están teniendo sexo. Bastantes manos se alzan…

A veces ojeo revistas de divulgación y más de una vez he encontrado artículos dedicados a quitar relevancia al sexo, a buscar maneras de evitar que se convierta en una obsesión o una fuente de conflictos para la pareja. Sin embargo, la publicidad —chicas lavándose el pelo como si se estuvieran masturbando—, las series de televisión —estás viendo una historia sobre la locura del terrorismo y te cuelan un polvo totalmente gratuito— o las tiendas de ropa —enormes carteles de modelos en ropa interior luciendo curvas—, por poner unos ejemplos, empujan a la sociedad en otra dirección; normal que pueda ser causa de inseguridad y frustración. Pero la crisis que atraviesan Kay (Streep) y Arnold (Tommy Lee Jones) es más complicada. Siempre lo es.

No es solo que hayan dejado de acostarse juntos —y no es una expresión, duermen en habitaciones diferentes—, es que no se tocan, no se besan y no intercambian gestos de cariño. Llevan casados más de treinta años y a ojos de los demás forman un matrimonio perfecto, pero con el paso del tiempo se han convertido en dos extraños que viven bajo el mismo techo. Cada uno sigue su rutina, al margen del otro y prácticamente lo único que hacen juntos es comer. Han dejado de comunicarse, todo se reduce a hablar sobre algo del trabajo y el otro hace como que escucha. Triste, y muy común.


Pero a diferencia de muchas mujeres chapadas a la antigua que aceptan las cartas que les han tocado (porque así es la vida o así es el matrimonio o las personas no cambian o cualquier otra bobada), Kay reacciona y al verse incapaz de desplazar la relación hacia una zona más saludable, busca ayuda, encontrando un libro escrito por un terapeuta de éxito que trata a matrimonios con problemas en una tranquila localidad llamada Hope Springs. Arnold considera la idea una completa y cara estupidez pero por complacer a su esposa accede a viajar hasta ese pueblo y visitar al especialista —a quien encarna un contenido Steve Carell—. Ahí, en el desmenuzamiento de la relación, comienza el tramo más interesante de la película, con unos convincentes Streep y Jones exprimiendo las posibilidades de sus personajes.

 y lo que a veces apunta a crudo retrato de un veterano matrimonio acaba por quedarse en lo cómodo, una comedia ligera y superficial que solo coquetea con el drama, destinada a entretener a un público que solo desea pasar un rato agradable delante de la pantalla, que demanda una solución feliz del conflicto —aunque sea de manera simplona y contradictoria— en lugar de ser inquietado con la posibilidad de que quizá lo mejor que puede hacer una pareja es separarse y buscar algo mejor, algo que les haga sonreír cada mañana, antes de salir a “la selva”. Que los años van pasando y no tenemos otra vida…

Para siempre es demasiado tiempo